Rebeca González de Irujo

Conocí a Kutxo en un grupo de formación, en el que fuimos compañeros. Ese grupo duró tres años, durante los cuales se hizo un referente para mí, por su discurso coherente, su lucidez, su ingenio, y su compromiso y exigencia con su propio trabajo. Diría que básicamente es una persona honesta, consigo y con los demás, aunque a veces eso sea doloroso. Recuerdo que a veces ponía en palabras lo que para mí era una amalgama de emociones y sentimientos indescifrables y confusos, y “eso” se hacía más claro y comprensible. Luego tuve la ocasión de iniciar un trabajo personal con él, lo que al principio me resultaba algo intimidante, un no saber si iba a estar a la altura de las circunstancias, o de sus expectativas: pero encontré un Kutxo enormemente respetuoso, cuidador, paciente, generoso. Me sorprendió su cercanía, y una preocupación sincera por mí que me hicieron sentir alguien importante. En esa época di un paso en mi vida que tenía postergando desde hacía mucho, y en eso me ayudó mucho una sensación nueva de confianza que logró transmitirme: a veces hay que dar un paso adelante y confiar, confiar aunque tengamos miedo, aunque no podamos prever lo que va a pasar